Examina las presiones y creencias que has incorporado en ti mismo,
que reflejan el pensamiento de tu familia más inmediata,
de tu familia más amplia, de tu comunidad,
el grupo religioso al que perteneces,
el grupo étnico, el grupo educativo/empresarial,
o cualquier otra multitud de unidades especializadas de personas.
Determina aquellos ámbitos en los que tu vida
se ve mediatizada por las disposiciones mentales predeterminadas,
que hacen que tu evolución personal sea más lenta
porque aquello que realmente deseas o crees
no obtiene ninguna energía de tu propia singularidad.
Si comprendes verdaderamente la capacidad para la manifestación,
te darás cuenta de que puedes controlar
la velocidad a la que se produzca el cambio en tu vida.
Un místico practicante se manifestará rápidamente
porque está conectado con el mundo situado detrás de sus ojos,
en lugar de ver el mundo como algo dictado
por los ojos del grupo y de todos sus antecesores.
Al experimentar la desconexión respecto a esas fuerzas exteriores,
verás cómo aumenta drásticamente
la velocidad de tu evolución.
Si escuchas una voz interior,
detrás de los globos oculares, que te dice: «Avanza»,
ya no aguardarás a esperar a alguien para avanzar,
antes de dar el primer paso.
Ya no tendrás que revisar tus sugerencias
para contrastarlas con la mentalidad del grupo,
que está destinada a mantenerte seguro
y a desanimar tu individualidad.
Tienes que desconectarte de tu condicionamiento y saber,
dentro de ese espacio íntimo situado detrás de tus ojos,
que puedes aceptar y aceptarás
el desafío de manifestar tu destino.
Al cultivar la convicción interna sobre la manifestación
del mundo de lo invisible en el mundo material,
comprenderás que hay una fuerza universal
que se encuentra en todas las cosas del universo.
No hay un Dios separado para cada individuo,
cada planta, cada animal, cada mineral.
Todos son uno.
En consecuencia,
la misma fuerza divina que hay dentro de ti,
que te hace pensar y respirar,
se encuentra simultáneamente
en todos los seres humanos
y en todas las cosas.
Es algo universal.
Así pues, no existe lugar alguno en el que no esté.
En consecuencia,
lo que percibes como ausente de tu propia vida,
también contiene la misma fuerza divina
o inteligencia universal
que está dentro de ti.
La manifestación, por lo tanto,
no es más que el dar forma
a un nuevo aspecto de ti mismo.
No estás creando algo a partir de la nada.
Aprende a alinearte con un aspecto de tu ser
que tus sentidos no sabían que pudiera ser activado.
Esto constituye una parte muy importante de esta comprensión.
¡Tú y aquél que deseas manifestar en tu vida son uno!
Finalmente,
sabrás que tu tarea consiste en decir «Sí!»,
en lugar de preguntar «Cómo?»
Wayne Dyer
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