Siempre he sentido que el complejo tema de las adicciones, tenía que ver con una profunda carencia afectiva, como en todas las disfunciones o enfermedades que sufrimos, pero además con una negación, rechazo o falta de coraje para afrontar la falta de amor en mundo, en el entorno o medio en que nos toca desarrollarnos; pero nunca lo había visto desde el punto de vista del sendero, desde la perspectiva de que son almas que no han tenido la fuerza de carácter o la suficiente decisión como para continuar expandiéndose y se han quedado a mitad de camino...Esto nos lleva invariablemente al tema del "apego", de haber delegado toda la responsabilidad al intelecto, que ante la imposibilidad de crear una nueva alternativa se aferra a lo ya conocido, a las opciones que ha almacenado y tiene al alcance de la mano... es decir al "malo conocido"... antes que al bueno por conocer!
Aquí les dejo un extracto de este libro que no me canso de recomendar, donde se aborda el tema desde este enfoque... Se los dejo sólo a modo de interrogante como siempre, para que cada uno lo revise en su corazón, sin ánimo de aportar ningún tipo de solución que provenga del afuera, más que recordarles aquello en lo que siempre insisto desde mi humilde lugar de amigo y compañero del camino: "Sólo por el amor (bien comprendido y asumido hasta la médula) será salvo el hombre".
LA ENFERMEDAD COMO CAMINO
La adicción, en general, problema cuyo tema central
es también la huida.
Huida y búsqueda a la vez.
Todos los drogadictos buscaban algo
pero dejaron la búsqueda muy pronto
conformándose con un sucedáneo.
La búsqueda no debe acabar sino con el hallazgo.
Jesús dijo: «El que busca no debe dejar de buscar
hasta que encuentre;
y cuando encuentre estará conmovido;
y cuando esté conmovido
se admirará y reinará sobre el Todo.»
(Tomás. Evangelios Apócrifos, 2.)
Todos los grandes héroes de la mitología y la literatura buscan algo
—Ulises, Don Quijote, Parsifal, Fausto—
pero no dejan de buscar hasta que lo encuentran.
La búsqueda lleva al héroe por peligros, perplejidad,
desesperación y oscuridad.
Pero cuando encuentra, lo encontrado
hace que todos los esfuerzos parezcan insignificantes.
El ser humano va a la deriva y en su deambular
es arrojado a las más extrañas playas del alma,
pero en ninguna debe demorarse ni encallar,
no debe dejar de buscar hasta haber encontrado.
«Buscad y encontraréis...», dice el Evangelio.
Pero el que se asusta de las pruebas y peligros,
de las penalidades y extravíos del camino,
se queda en la adicción.
Proyecta su afán de búsqueda en algo
que ya ha encontrado en el camino
y ahí termina la búsqueda.
Asimila el sucedáneo a su objetivo y no se ve harto.
Trata de saciar el hambre con más y más del «mismo» sucedáneo
y no advierte que cuanto más come más hambre tiene.
Se intoxica y no advierte que se ha equivocado de objetivo
y que debería seguir buscando.
El miedo, la comodidad y la ofuscación le aprisionan.
Todo alto en el camino puede intoxicar.
En todas partes acechan las sirenas que tratan de retener al caminante
y hacerlo prisionero.
Cualquier cosa puede provocar adicción cuando no la limitamos:
dinero, poder, fama, influencia, saber, diversión, comida,
bebida, ascetismo, ideas religiosas, drogas.
Sea lo que fuere, todo tiene justificación en tanto que experiencia
y todo puede convertirse en manía cuando no sabemos decir basta.
Cae en la adicción el que se acobarda ante nuevas experiencias.
El que considera su vida como un viaje
y siempre va de camino
es un buscador,
no un adicto.
Para sentirse buscar hay que reconocer
la propia calidad de apátrida.
El que cree en ataduras ya es adicto.
Todos tenemos nuestras adicciones,
con las que nuestra alma se embriaga una y otra vez.
El problema no es lo que nos provoca la adicción
sino nuestra pereza para seguir buscando.
El examen de las adicciones nos indica,
en el mejor de los casos, el objeto de las ansias de cada cual.
Y nuestra perspectiva queda sesgada
si absolvemos las adicciones aceptadas por la sociedad
(riqueza, trabajo, éxito, saber, etc.).
...
Aquí hay que examinar detenidamente el tema «éxito,
rendimiento y reconocimiento»,
ya que la droga no es más que el medio
de aumentar artificialmente la fuerza creadora.
La búsqueda del éxito es siempre búsqueda de amor.
Por ejemplo, en el mundo del espectáculo
y del cine está muy extendido el uso de la cocaína.
El ansia de amor es el problema específico de esta profesión.
El artista que se exhibe busca el amor
y espera calmar estas ansias con el favor del público.
(¡La circunstancia de que esto no sea posible hace que,
por un lado, constantemente se «supere»
y por el otro, se siente cada vez más desgraciado!)
Con o sin estimulante, aquí la adicción se llama:
éxito con el que se pretende calmar el hambre de amor.
...
El ser humano sólo tiene derecho legítimo a aquello
que conquista con su esfuerzo.
Por lo tanto, suele ser muy difícil controlar el nuevo espacio mental
que nos abren las drogas y no ser invadido por él.
Cuanto más se adentra uno en el camino de la verdadera búsqueda,
menos necesita de las drogas, desde luego.
Todo lo que pueda conseguirse por medio de las drogas
se consigue también sin ellas, sólo que más despacio.
¡Y la prisa es mal compañero de viaje!
LA ENFERMEDAD COMO CAMINO
THORWALD DETHLEFSEN y RÜDIGER DAHLKE
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Solo los grandes pecadores se convierten en grandes santos. Luego hay grandes santos anonimos que no lo parecen y grandes pecadores que parecen santos. Algo nos matará, puede que la propia vida. Elijamos bien nuestra adiciones y sobre todo no dejemos que otros nos las traten. ¡Genio y figura hasta la sepultura!
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