La mancha solar AR 1429, origen hace unos días de una potentísima llamarada solar de clase X, la de mayor nivel, y que ha sido el centro de atención de los astrónomos durante la pasada semana por su gran actividad, estalló de nuevo el pasado sábado 10 de marzo. Y lo hizo con ganas. El Sol expulsó una llamarada de clase M8, muy cercana a las de mayor potencia.
El bombazo es un ejemplo más de la actividad cada vez más fuerte del Sol. El pasado enero, una densa nube de materia solar golpeó la Tierra e hizo notar sus efectos en una buena parte del mundo, especialmente en el hemisferio norte. Varios vuelos que debían sobrevolar el Ártico fueron desviados para evitar el exceso de radiación. Las auroras boreales fueron más intensas que nunca y pudieron verse incluso sobre Escocia, mucho más al sur de lo habitual.
Como la anterior, la tormenta solar de este lunes es impresionante para los estándares recientes, pero todavía falta por llegar el apogeo del ciclo solar. «Veremos más tormentas como ésta o incluso mayores a medida que nos acerquemos al máximo solar», avisaba en enero Michael Hesse, jefe de heliofísica de la NASA en el Centro Goddard para Vuelos Espaciales.
Un astrónomo aficionado de Nuevo México, Thomas Ashcraft, ha conseguido grabar su sonido, una serie de explosiones de radio en 21 y 28 MHz que publica la web Space Weather.
Daños millonarios
Por fortuna, la última gran rabieta del Sol no ha originado consecuencias de gravedad. Si se volviera a producir hoy en día la mayor tormenta magnética solar de la que se tiene registro, datada en 1859 y a la que los científicos de la época bautizaron como Carrington, las pérdidas en los sistemas de telecomunicaciones por satélite rondarían los 22.860 millones de euros.
El proyecto europeo Spacecast, puesto en marcha el 1 de marzo, ofrecerá datos regulares y fiables del tiempo espacial, actualizado cada hora, que ayudará a proteger los satélites utilizados para la navegación, las telecomunicaciones, la teledetección y otros servicios, según ha informado la Universidad de Barcelona, que cuenta con varios investigadores que participan en este programa.
Spacecast analizará los fenómenos explosivos que tienen lugar en el sol que emiten partículas de alta energía y radiación electromagnética que afectan a la Tierra y su campo magnético.
El tiempo espacial es el conjunto de condiciones del medio interplanetario, entre el Sol y la Tierra, en un momento determinado, y refleja las alteraciones debidas a la actividad solar.
Los próximos ciclos
Según el catedrático del Departamento de Astronomía y Meteorología de la UB Blai Sanahuja, que participa en el proyecto Spacecast, «la importancia de estos fenómenos no ha cambiado tanto por el sol, que sigue su ciclo habitual, sino por nuestra dependencia de estos cambios que cada vez tiene un impacto más grande en nuestra tecnología».
Spacecast, liderado por investigadores del Centro Antártico Británic (BAS), ha comenzado a ofrecer previsiones, con un margen de entre una y tres horas, que proporcionan a los operadores de satélite el índice de riesgo de tempestades solares y geomagnéticas.
Estos avisos permiten actuar para evitar interrupciones y un mal funcionamiento de los satélites, para que, desconectando sistemas no esenciales, redireccionando señales o reorganizando maniobras de órbita, los satélites puedan continuar operando durante estas tormentas.
Las previsiones actuales están restringidas ahora a los cinturones de radiación de Van Allen, la región de la magnetosfera más cercana a la Tierra donde orbitan la mayor parte de los satélites.
Estos cinturones son zonas estables con una densidad elevada de protones o electrones, atrapados por el campo magnético terrestre, y forman dos anillos en torno a la Tierra.
En los próximos dos años, Spacecast trabajará en el conocimiento de la física de estos fenómenos para mejorar las previsiones del tiempo espacial.
Se prevé que el próximo máximo del ciclo actual tenga lugar entre el 2013 y el 2015. Actualmente, según las mismas fuentes, ya ha habido pérdidas millonarias causadas por fuertes tormentas magnéticas que han dañado los satélites.
Entre octubre y noviembre de 2003, las tormentas magnéticas afectaron a 47 satélites, y los daños incluyen la pérdida total de satélites científicos, se han valorado en 640 millones de dólares.
(Fuente: ABC)
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