Una de las historias más bellas que leí sobre Buda, cuenta que un gran sabio de la India fue a verlo a él, Sidharta Gautama, a desafiarlo con educación y nobleza a que discutieran sobre la verdad.
En esa época, era tradición que los buscadores de la verdad, tomaban como costumbre argumentar sobre los temas profundos y aquel que vencía o superaba al otro, en sus conceptos, incorporaba al vencido como discípulo suyo, pero no como algo rayano en la esclavitud intelectual, sino que aquel que había sido superado filosóficamente, se convertía de buen agrado, en seguidor de aquel que podría seguir nutriendo su evolución, como una prueba de sabiduría.
Este maestro que fue a ver a Buda, lo hizo acompañado de otros 500 hombres que a su vez habían sido derrotados por él y ahora eran sus discípulos.
Buda lo recibió con su armonía y paz, y asintió a la propuesta; pero le pregunto algo que resulto demoledor.
-”No tengo ningún problema en discutir con usted sobre la verdad, pero hay una pregunta que se impone como básica, conoce usted la verdad? Porque no creo que podamos hablar si usted no está seguro de conocer el tema, o de aseverar que usted vive en la verdad.”
El hombre con absoluta corrección y sentido común, le respondió que él no conocía la verdad, por eso intentaba llegar a un punto de disquisición intelectual con Buda, a lo que Buda rebatió:
-”Yo conozco, la verdad, vivo en la verdad, respiro la verdad, es parte de mi existencia, yo soy eso, y ella está en mi, de ahí que no tiene sentido hablarle de algo que usted no conoce, sería casi una pérdida de tiempo explicar, algo que va mas allá de toda explicación. Como veo que Usted es un genuino buscador, le propongo que se quede dos años conmigo, pero en silencio, solo sígame, este a mi lado, siéntese a mi lado, perciba, camine conmigo, mire el mismo horizonte, sumérjase en las profundidades de nuestra experiencia con todo lo que existe, y después de dos años, responderé todas sus preguntas, toda duda que usted aun pueda tener, esa es mi condición”
El hombre que percibía la grandeza de la que Buda hablaba, le contesto inmediatamente aceptando ese desafío, con una frase memorable :
-”He pasado más de cincuenta años por todos los caminos, ganando adeptos, discusiones, pláticas, noches en vela escudriñando la verdad, y por supuesto todavía no la encontré, desde ya que puedo usar dos años más de mi vida, así que acepto quedarme a su lado”
Y así fue. El hombre permaneció con Buda, días, meses, un año, y súbitamente, perdió su vieja mente, dejo de focalizar en el tiempo, en el pasado, en el futuro, en sus ansias de iluminarse, de saber la verdad, de discutir con Buda, de analizar la situación; en un instante quizás planeado por todos los instantes previos, el hombre desapareció, en realidad su cuerpo seguía al lado de Buda, pero su mente desapareció, se esfumo, se fundió en la totalidad de esa existencia a la que Buda hacía referencia, cesó su personalidad, sus deseos y anhelos, simplemente apareció su ser, y esa es la verdad, esa es la iluminación. Cuando pasaron los dos años, de los cuales el hombre había pedido obviamente conciencia, Buda le dijo muy risueño, que el tiempo se había cumplido y que era libre de preguntar lo que quisiera, y que él con gusto lo respondería.
Desde ya que el hombre solo sonrió y no preguntó nada, el amor que brotaba de él, ya era todo. Se había iluminado.
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