EL DORADO: EL INTERIOR DEL PLANETA. El Águila de Oro, Eugenio Siragusa, La Voz del Universo Enseñanzas, Vida y Obra.
Tomado del libro:
El Águila de Oro
Eugenio Siragusa
La Voz del Universo
Enseñanzas, Vida y Obra
Interior del Planeta:
Bajo la corteza del planeta existen dos grandes continentes: Agarta y El Dorado. La entrada principal del continente Agarta se encuentra en el Polo Norte, mientras que la de El Dorado, se encuentra en el Polo Sur. Los dos continentes comunican por medio de túneles subterráneos, recorridos con aparatos, científica y tecnológicamente, perfectos.
El Dorado, aún siendo hasta hoy la ilusión y el sueño no satisfecho de numerosos exploradores, no ha surgido de la calenturienta imaginación de algún soñador, no es fruto de la fantasía, no es mito ni simbolismo: El Dorado existe realmente, cual ciudad subterránea, de ciencia ficción, forjada en oro purismo ha sido construida mucho tiempo antes de la desaparición de la Atlántida -todavía antes de que los habitantes de aquel continente degenerasen-, utiliza ciencia y medios recibidos de los confederados intergalácticos, señores de la luz, de las características multidimensionales.
Su base operativa se encontraba en la isla de Poseidón, con el fin de instruir a los Atlantes sobre la Ley Cósmica y para realizar los presupuestos ideales con el intento de integrar al planeta Tierra en la confederación. Su progresiva degeneración impidió tal proyecto.
Algunos Atlantes realizados, no contaminados por la degeneración fueron, por su elección, destinados a poblar El Dorado. A otros, no suficientemente idóneos, les fue concedido emigrar, antes de que aconteciese el cataclismo, a oriente y a occidente -América Central, África Oriental, Egipto, Mesopotamia-.
Actualmente, en El Dorado, existen una fecunda colaboración y una imponente actividad con el fin de salvar al planeta de una catástrofe nuclear.
La “Ciudad de Oro” es una parte de aquel paraíso terrestre, otro mítico lugar de bíblica memoria, perdido por la humanidad, y que tiene vida propia, independiente de la vida en la superficie, alimentada por la energía de un sol central, artificial, emanando luz dorada; este se encuentra en el corazón del planeta. Con una lujuriosa y rica vegetación, con lagos y ríos de agua cristalina purísima, con animales pacíficos y serviciales, con edificios confortables tutelados por estructuras de seguridad, de ciencia ficción, contra eventuales actos vandálicos de los terrestres, e instruidos por dinamismos particulares.
Sin embargo, El Dorado no está totalmente aislado del resto del planeta; tiene numerosas vías de comunicación, amplios y comodísimos túneles que permiten a los sofisticadísimos medios, de que dispone la Ciudad de Oro, alcanzar la superficie. Las principales salidas, las más utilizadas comúnmente por sus habitantes para sus misiones, son los dos polos. Otras salidas secundarias existen en muchos puntos de la Tierra, entre ellas, el Triángulo de las Bermudas y el lago Titicaca de Perú.
En El Dorado también existe un cosmo puerto capaz de acoger numerosas naves espaciales provenientes de los espacios externos.
Algunos exploradores de nuestro tiempo, aventurándose en las inmensas extensiones de hielo del Ártico y del Antártico, a la búsqueda, posiblemente, del punto focal de los Polos, narraron haberse encontrado fortuitamente ante una población de gigantes y de haberse adentrado en una zona rica en vegetación lujuriosa, no ciertamente polar, iluminada por una radiante luz dorada proveniente de una fuente, para ellos desconocida y acariciada por un clima benignísimo de eterna primavera. Naturalmente sus relatos fueron tomados como fantasías o alucinaciones. Pero no son pocos los testimonios de algunas poblaciones del Ártico, que, a menudo, narran ver enormes astronaves salir y entrar en lugares misteriosos de los que no encuentran trazas; mientras las poblaciones peruanas de las zonas andinas narran encontrarse periódicamente, desde tiempo inmemorial, con los Señores de la Luz, de dialogar con ellos llamándoles grandes padres, de recibirlos como huéspedes de honor y, sobre todo, de saber quiénes son y de donde provienen. Se ha hablado, repetidas veces, de hombres dioses, de descendientes de las razas del pasado, de instructores de la humanidad presentes, de incógnito, sobre la tierra. Gracias a las revelaciones de estos enviados especiales, instructores del mundo, sabemos que el pueblo del El Dorado está compuesto, en su mayoría, por terrestres, cuidadosamente elegidos, viviendo en fraterna comunión con habitantes de otros planetas que hacen parte de la confederación. Las coordinaciones de todas las estructuras sociales están confiadas a científicos, entre los cuales figura el eminente físico Ettore Mayorana y otros colegas suyos, desaparecidos misteriosamente de la superficie de la tierra. Con ellos trabajan otros científicos de la Confederación, a quienes será confiado el cometido, un mañana, de dirigir y administrar la evolución científica del planeta.
El pueblo de la Ciudad de Oro además de disfrutar de la libertad incondicional de atravesar tiempo espacio, también disfruta el privilegio de transmitir un particular código genético G.N.A. a los que van a nacer, los cuales conservan la incorruptibilidad.
En casos excepcionales, o cuando determinados programas lo exigen, algunos de ellos pueden salir a la superficie, confundirse con los hombres de la tierra volviéndose irreconocibles, vivir sus costumbres, escoger una mujer seleccionada antes y particularmente predispuesta, y fecundarla con el fin de introducir en el lugar seres portadores de su genética evolutiva.
Tal proceso acaece en ciclos particularmente importantes, referentes a la evolución de la humanidad, y esta fecundación ya está en curso desde hace años. En este final de siglo se han realizado muchas manipulaciones genéticas, de notable interés, en los que van a nacer.
Hay intervenciones directas e intervenciones indirectas: las primeras son intervenciones realizadas directamente por el pueblo de El Dorado, las otras son intervenciones realizadas a través de sujetos, masculinos, terrestres idóneos para transmitir el semen de la genética superior.
Las intervenciones indirectas, sin embargo, pueden malograrse.
Los regidores de esta obra cósmica son los Elohim, potencias creadoras de forma y sustancia, patrones de la luz y portadores de la Inteligencia Omnicreante. Son arquetipos y guías de la Confederación Intergaláctica. Su naturaleza es astral y poseen capacidades multidimensionales. Viven en los astros pero, si quieren, pueden crearse un cuerpo físico. Son ellos que han hecho al hombre a su imagen y semejanza.
En la Ciudad de Oro no existen ni templos ni iglesias, no se ofician ritos, ni se realizan cultos, ya que la ley, la religión del pueblo de El Dorado es: “ama a tu prójimo como a ti mismo”, la justicia, la paz, el amor, la fraternidad están en el corazón de todo habitante.
El Dorado, en un futuro ya próximo, volverá a emerger, del corazón del planeta, para acoger al nuevo pueblo y a la nueva civilización, mientras las tierras de la actual “civilización” terrestre conocerán la profundidad de los abismos en el cíclico alternarse de la Ley de Flujo y Reflujo, cual purificación y “renovación” de toda cosa.
Hoara Comunica:
“Cuando la existencia del hombre terrestre comenzaba a instruirse en forma organizativa social, sobre el planeta Marte, como vosotros lo llamáis, ya existía, desde hacía tiempo, una floreciente, madura civilización instituida e instruida por un grupo de colonizadores provenientes de la Confederación Intergaláctica, de la cual nosotros hacemos parte desde hace quince mil millones de años de vuestro tiempo.
El pueblo atlantideo primero y los egipcios después, recibieron de estos colonizadores válidas relaciones de conocimiento, tanto sobre la astrofísica como sobre la metafísica. También tuvieron nociones bien precisas sobre otros campos del saber cosmo físico y cosmo dinámico. Con precaución, al pueblo atlantideo le fue concedido el conocimiento de una “particular ciencia espacial”, de una técnica capaz de psiquizar la materia aparentemente inerte y de efectuar alquimias y otras.
Pero, ya que prevaleció la naturaleza corruptible del hombre y de sus perversos instintos, las precauciones tomadas fueron puestas en evidencia. Los Elohim, los únicos a poder decidir, sentenciaron una severa intervención punitiva, después de haber concedido, a la parte mejor y realizada, el ponerse a salvo.
Y, he aquí a los egipcios y otros emigrantes en América del centro y del sur, con todo su equipaje cultural, a su tiempo recibido y nuevamente manifestado.
La fuerza degenerante, desgraciadamente, sólo estaba amodorrada.
Cuando los primeros astronautas terrestres pongan pie sobre el planeta Marte, tendrán el modo de reestructurar esta historia. Recibirán la sorpresa de no poder considerarse los únicos seres inteligentes de todo lo creado.
Tendrán la posibilidad de meditar y deducir.”
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