La Gracia algunas veces toca la vida de tal manera que la totalidad de nuestro ser se enciende de una forma tan poderosa que uno se llena con la certeza y la urgencia de descartar nuestra existencia en el abismo del Yo.
Puede uno encontrarse diciendo: “Elimine todo”
No salve nada. Elimine toda la falsedad de mi ser.
Entonces todo es puesto de lado, incluyéndose uno mismo, el que descarta. Inesperadamente, uno encuentra un sentido de desahogo, una plenitud, paz y gozo silencioso dentro del corazón. Entonces allí permanece un silencio y quietud sin esfuerzo. Y no es que allí permanezca un “Yo” que reciba esto. No existe nadie que reciba.
Dentro del Ser de uno, silenciosamente uno comprende que: no soy ni el que “recibe” ni el que “da”. No soy nadie. Y sin embargo, uno se encuentra diciendo: Gracias, Amado.
Puede uno encontrarse diciendo: “Elimine todo”
No salve nada. Elimine toda la falsedad de mi ser.
Entonces todo es puesto de lado, incluyéndose uno mismo, el que descarta. Inesperadamente, uno encuentra un sentido de desahogo, una plenitud, paz y gozo silencioso dentro del corazón. Entonces allí permanece un silencio y quietud sin esfuerzo. Y no es que allí permanezca un “Yo” que reciba esto. No existe nadie que reciba.
Dentro del Ser de uno, silenciosamente uno comprende que: no soy ni el que “recibe” ni el que “da”. No soy nadie. Y sin embargo, uno se encuentra diciendo: Gracias, Amado.
Mooji
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