sobre su cabeza trae una corona de doce estrellas, bajo sus pies
la Luna. Y estando embarazada, está en dolores de parto”
(Apocalipsis, Capitulo 12,1-3)
En Mesoamérica los Mayas hace más de mil quinientos atrás ya sabían que la Tierra era redonda, que giraba sobre sí misma, que estaba inclinada sobre su eje, y que giraba alrededor del Sol al que llamaban Kinich Ahau. También supieron que éramos parte de una galaxia espiral, y que no estábamos ubicados en el centro, sino en la periferia sobre uno de sus brazos. Y que en el centro de esta galaxia había un sol central al que llamaron el Hunab Ku.
Todo lo que sabemos de los mayas ha llegado a nuestros días a través de cuatro códices en papel de amate o corteza de árbol que sobrevivieron a la gran destrucción de los europeos extirpadores de idolatrías del siglo XVI.
Para los mayas nuestro sistema solar giraba de forma elíptica alrededor del centro de la galaxia, una vez cada 260 millones de años, en lo que ellos denominaron “Un Año Galáctico”; y había otro giro también elíptico que se efectuaba alrededor de las Pléyades, una vez cada 25,625 años en lo que ellos denominaron un “Día Galáctico”, dividido en cinco ciclos de 5,125 años que correspondían: al amanecer, la mañana, el mediodía, la tarde y finalmente la noche. Los mayas dataron el inicio de su civilización en el año 3,113 a.C. justo cuando empezaba el ciclo más alejado del sol central, o la terrible noche oscura de la humanidad, que tendría que terminar el 22 de diciembre del año 2,012 de nuestro calendario.
Cada final de ciclo, exactamente en el último Katum que corresponde a los últimos veinte años llega con intensidad la energía del centro de la galaxia a manera de un latido cósmico o emanación de luz violeta, que es la energía de la transmutación y el cambio. Pero es con mayor fuerza que esta radiación nos afecta cada 13,000 años o cada 26,000 años precipitando drásticos cambios climáticos y verdaderas mutaciones.
Precisamente nos encontramos al final de un ciclo de 26,000 años y según documentos secretos de la NASA, que coinciden con profecías y revelaciones, el cambio climático mundial que se está registrando en la actualidad no se debería a la contaminación ambiental y deforestación generada por el ser humano, lo cual estaría acelerando irresponsablemente el proceso, sino al comportamiento anómalo del sol que está siendo afectado por la energía del sol central de la galaxia, que es una energía de cuarta dimensión que irrumpe en un espacio de tercera dimensión precipitando cambios de todo tipo y acelerando el redimensionamiento de todo el sistema. El sol está registrando convulsiones incrementando las tormentas solares que se están produciendo sobre los 19.5 grados por encima y por debajo de su ecuador, describiendo la forma de la estrella de seis puntas.
Esta energía no sólo afecta el campo magnético terrestre reduciéndolo al mínimo, y calentando la atmósfera, derritiendo los polos y los glaciares incrementando el nivel de agua dulce en los océanos con el consiguiente peligro de que se inunden continentes completos y se interrumpa el flujo de las corrientes marinas , precipitando un congelamiento súbito de gran parte del planeta, trayendo una nueva glaciación, sino que también afecta el núcleo de la Tierra haciendo que el planeta se hinche, entre en convulsión y se resquebraje la corteza. Esta energía está alterando las mareas internas del magma, por ello se incrementa la actividad sísmica y volcánica con el consiguiente choque violento de placas tectónicas.
Los Mayas ya sabían de todo esto y lo vaticinaron en el libro del Adivino o Chilar Balam de Chumayel. También ellos le legaron a otros pueblos como los Nahualt, el uso de dos calendarios: el solar y el lunar; que como engranajes de una máquina coinciden cada cincuenta y dos años en una misma fecha produciéndose un alineamiento cósmico, en donde todo vuelve al inicio o empieza de nuevo.
Cuatro ciclos de cincuenta y dos años constituían para los Nahualt (mexicas), un ciclo largo de 208 años, en donde algo extraordinario y maravilloso debía ocurrir. Se cumplió un ciclo largo de 208 años cuando los aztecas abandonaron “Aztlan”, esa isla continente allende los mares donde “las garzas emprenden vuelo al amanecer”. Igualmente otro ciclo largo se completó cuando los aztecas llegaron al valle central de México luego de un largo peregrinaje de más de siglo y medio guiados por su dios Huitzilopchtli hacia su tierra prometida, llegando a ubicarse delante del lago Texcoco donde observaron la señal definitiva, observaron a un águila comiéndose una serpiente sobre un nopal.
Coincidentemente en 1947 se cumplía un nuevo ciclo largo de 208 años concordando con el inicio de la tan mentada Era de Acuario, era de información y conocimiento, simbolizada por el joven Ganimedes, hijo de un rey troyano que fue raptado por el dios Zeus (Júpiter), llevándoselo como copero al Olimpo. Ese mismo año se hallaron los Rollos del Mar Muerto, en la localidad de Qúmran, y también se inició la Era moderna de los Ovni con los famosos casos de Kenneth Arnold en el Monte Rainier, y el Ovni estrellado de Roswell. Circunstancias estas que favorecieron a pesar de la censura un despertar de conciencias y aceleraron una nueva visión de las creencias, del mundo, del universo y de nuestro rol en la creación.
En el solsticio de invierno de 1531, se cumplía un ciclo largo nahualt, por lo que se esperaba que ocurriera un portento relacionado con esas fechas que según profecías, anunciaba la aparición de la diosa madre Cuatlicue en la zona del Cerrito (actual Cerro del Tepeyac donde ya existía un pequeño santuario prehispánico dedicado a esa diosa, y que había sido mandado a destruir tiempo antes por el propio obispo Zumárraga).
El 9 de diciembre de 1531, un indígena considerado sagrado o santo por los nahualt, llamado “Cuatlatoatzin” (el que habla con la fuerza del águila) y bautizado al cristianismo como Juan Diego, se encontraba en las inmediaciones del cerrito, cuando vio una extraña aparición. Era como un fuego encendido que iluminaba pero que no se consumía. Buscando entender qué era lo que allí ocurría. Se acercó con curiosidad y se encontró con el espectáculo de un arco luminoso y dentro de él, a una joven mujer vestida o rodeada como de la luz del Sol.
Ella se dirigió a él con mucha dulzura y le dio un mensaje para que lo compartiera con la persona más importante con la que él pudiera relacionarse. Juan Diego llamaría a la señora: “Tonantzin Tlalli” (mujer sol tierra).
El pensó inmediatamente en el obispo Zumárraga como depositario del mensaje, por ser una persona religiosa, y fue a verle pero no fue recibido por éste. Tres días después volvió a encontrarse con la misteriosa señora en el mismo lugar, quien le reiteró el mensaje, y como demostración para que fuera creído, le pidió que recogiera en su poncho o tilma de tela de maguey (iztle), unas rosas de Castilla, las cuales no debían de estar allí por no ser propias de la zona. Y así lo hizo, por lo que aquello ya de por sí era un milagro.
Llevó consigo aquel extraordinario encargo y su preciada evidencia, y esta vez sí fue recibido por el religioso, quien de mala gana le escucho. Cuando Juan Diego abrió el improvisado paquete, apareció delante del obispo Zumárraga y otras once personas que estaban presentes allí, la imagen impresa en el ayate de la señora del Tepeyac.
Cuando el obispo abrumado con semejante aparición, le pregunto a Juan Diego, que ¿quién era ella?, el indígena respondió:
- Ella es “Tonantzin Tlalli”, “Coatl Lope”…
Inmediatamente el obispo relacionó lo que decía Juan Diego con lo que conocía y podía asociar fácilmente por nombre y apariencia, esto es con la imagen de “Guadalupe”, la patrona de Extremadura (Cáceres), en España. Una Virgen Negra que fue hallada en una cueva por unos pastores en el siglo XIII.
Pero Juan Diego no había hablado de la Virgen de España, sino que él había especificado bien que ella era “Coalt Lope” que significa: “La mujer que aplasta la cabeza de la serpiente”… Y es que tanto en el libro del Génesis como en el Apocalipsis se menciona a la mujer que al final de los tiempos habrá de aplastar la cabeza de la serpiente, siendo dicha serpiente el acechador o el demonio.
Las vírgenes negras tienen varios orígenes, en algunos casos éstas imágenes religiosas que generalmente representan a María la Madre de Jesús, se puede explicar su coloración por el oscurecimiento de su estructura o superficie como consecuencia de factores externos como exposición a velas, contaminación , recubrimiento con metales (plata) , etc. Pero muchas de estas esculturas fueron hechas a propósito con dicha coloración haciendo referencia expresa con ello, a cultos ancestrales a la fertilidad, diosas madres pre-cristianas de origen Egipcio (Isis), Celta, Ibero y hasta Romano (Artemisa) y al espíritu de la tierra.
No siempre las vírgenes negras llevan al niño en sus brazos o regazo, muchas veces son ellas las fértiles, mostrando signos de embarazo. La coloración negra vendría de la tierra oscura y fértil llena de nutrientes, excelente para el cultivo. Las imágenes y el culto se concentraban en nacientes de agua o fuentes, alrededor de los cuales vivían las comunidades. Su culto estaba relacionado con la agricultura y con la astronomía. La posición de las estrellas en el cielo era más que importante para definir los solsticios y equinoccios (las estaciones), iniciar la siembra o la efectuar la cosecha. Estas observaciones las hacían originalmente las mujeres de la tribu.
Quienes retomaron el culto a las vírgenes negras después de la primera cruzada fueron los templarios, quienes supieron de la importancia de conservar los santuarios dedicados a la diosa madre (Virgen negra) por haber sido edificados o ubicados siempre sobre cruces de importantes líneas de fuerza o enclaves telúricos muy poderosos.
Volviendo a la imagen de la Virgen del Tepeyac, diremos que hoy por hoy con todos los adelantos de la ciencia no se ha podido llegar a una conclusión con respecto al origen de los tintes en la imagen. Lo que sí se sabe es que no son ni vegetales, ni minerales ni animales. Simplemente son un misterio.
La fibra de maguey no suele durar más de 17 años, y si se le da alguna protección (barniz o laca), podría durar aproximadamente unos 40 años. Pues bien, el ayate, poncho o tilma tienen en la actualidad 477 años, y no se ha deshecho.
Otro hecho milagroso e inexplicable es que en los siete milímetros de las córneas de ambos ojos aparecen doce personas reflejadas aparte de Juan Diego, que estaban presentes cuando se develó la imagen. En palabras de los oftalmólogos que la han analizado: “Son como los ojos de una persona viva”.
La figura tiene proporciones áureas, esto es que la figura está perfectamente ubicada en el manto y es perfecta. Representa a una mujer morena, de apariencia indígena parada sobre la Luna. Y es que la palabra “México” significa en nahualt” en la mitad de la Luna”. Ella es una mujer sol, radiante. Tiene una cinta negra en el vientre que es el símbolo nahualt de que está embarazada, exactamente como la escultura de la diosa Cuatlicue que se encuentra en el museo de Antropología de la ciudad de México. Pero si la Virgen María ya dio a luz a su hijo, ¿por qué la Virgen de Guadalupe está embarazada? Porque ella representa no solo a la Virgen María, sino también al planeta Tierra, que está embarazada de una nueva humanidad que debe nacer muy pronto.
En el manto de la Virgen hay estrellas, que podrían equivocadamente interpretarse como adornos colocados posteriormente, pero no es así, ya que representan un mapa estelar. Son la exacta posición de las estrellas en el cielo el doce de diciembre de 1531 cuando se producía el solsticio de invierno del hemisferio norte.
En la túnica de la señora hay una serie de flores que son glifos nahualt que representan nombres de montañas. Por ello se ha hecho el experimento de colocar la imagen de la Virgen sobre una fotografía de la zona central de México tomada desde el espacio, y ciertamente cada una de las flores coincide con cada una de las montañas más importantes en su exacta posición geográfica, como si la imagen de la Virgen fuera de por sí un mapa codificado tomado por satélite desde el espacio. ¿Pero en 1531? ¡Imposible!
Entre las flores que se hallan en la túnica, exactamente debajo de la cinta trapezoidal oscura se encuentra la flor de cuatro pétalos, que es el símbolo más sagrado de los aztecas el “Nahui Ollín”, que representa el portal dimensional o el Portal del Nuevo Tiempo. Y precisamente si lo trasladamos al mapa, el Nahui Ollín se ubica sobre ¡el Distrito Federal!
Todo en la Virgen de Guadalupe esta marcado con la clave doce. Se le celebra el día doce del mes doce (doce de diciembre ); se han hallado doce personas reflejadas en los ojos además de Juan Diego; las estrellas en el manto representando el cielo del doce de diciembre. Y ¿qué dice el capítulo doce del Apocalipsis?:
“He aquí una gran señal en el cielo: Una mujer vestida de Sol, sobre su cabeza una corona de doce estrellas, bajo sus pies, la Luna. Y estando embarazada, está en dolores de Parto”…
“Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volara al desierto delante de la serpiente”…
Esto no es otra cosa que la descripción del escudo de México. De tal manera que el Apocalipsis profetizo mil quinientos años antes, la aparición de la Virgen de Guadalupe en México, y la imagen de la Virgen anticipó 477 años atrás lo que habría de ocurrir el 22 de Diciembre del año 2012 donde según las profecías mayas, se producirá el “Gran Parto Planetario” o la
“Sincronización de los Tiempos”.
Otro detalle interesante es que la Virgen se encuentra parada sobre la Constelación de Orión, y la referencia continua es que la mujer pisa la cabeza de la serpiente. De Orión vinieron los primeros ángeles caídos o vigilantes (extraterrestres) disidentes, que quedaron atrapados en nuestro planeta entre ellos Satanel de aspecto reptiloide. ¿Será esto clara referencia de que al final de los tiempos la humanidad de la Tierra somete a estas entidades?
Lo que sí está del todo claro es que las fuerzas tenebrosas están haciendo lo imposible como para que no se produzca la elevación de la conciencia humana que podría provocar la “Ascensión Planetaria” y con ello acompañar al planeta al cambio de dimensión, ingresando juntos en la cuarta dimensión.
Todo esto significa que hace siglos estaba más que anticipado que llegaría el momento de grandes cambios y transformaciones planetarias, y que ciertos lugares y pueblos tendrían un rol protagónico muy particular en el proceso del despertar, por lo que podemos asegurar que en los próximos meses veremos acontecimientos muy intensos que marcaran al mundo, y ellos se iniciarán en México
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